Fuiste grande un día, pero te
hundieron,
te golpearon, te mintieron,
fuiste grande una vez, fuiste una
guerrera
de lunas más lejanas que el sol.
Fuiste una muralla, fuiste un talismán
en la arena,
fuiste más fuerte que las piedras,
fuiste muchas cosas
y a la vez eterna...
Fuiste perfecta e imperfecta, pero te
olvidaron,
te persiguieron y te enterraron,
arañabas la tierra y gritabas muy
alto, a veces no te escuchaban
pero tu voz resonaba en las tinieblas,
en las cataratas, en las más
oscuras noches, en las grutas más
sepultadas y en los desiertos más
abiertos, tu voz se escuchaba como un
lamento,
y aunque cada día era más suave y se
perdía entre el viento,
nunca dejaba de sonar y de sonar, pues
la fuerza de tu alma
era más fuerte que el mar...
Un día quisiste levantarte, un día
quisiste despertar de aquel sueño
de soledad y de hundimientos,
quisiste levantarte de nuevo pero
sentías el peso de los días
sobre tu pecho, sentías el odio de
todos aquellos que nunca
te conocieron y sin embargo te
maldicieron,
sentiste el dolor en tus entrañas, más
abajo del costado
sentías los gritos, los golpes,
sentías la rabia,
ya no sabías que nombre ponerle, ya no
sabías si era la rabia de los
sin nombre o era tu propia rabia.
No quisiste moverte y te quedaste
durmiendo,
buscando en tus sueños la paz que no
encontrabas en
tu vida;
siempre habías pensado que la vida era
sueño y que los sueños, sueños son,
y entre pensamiento y pensamiento,
entre lagrima y lagrima te fuiste consumiendo,
el vaso fuerte se fue rompiendo, el
agua se fue saliendo y tu corazón enfermo se fue muriendo.
Nadie sabe si fue de pena o de miedo,
pero tu voz sigue resonando
en todas las canciones, en todos los
recovecos, en el mar y sobretodo en el tiempo...
Irene
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